Probablemente, la mejor película de aventuras que se haya rodado jamás, sobre todo por el carisma de sus dos protagonistas (Michael Caine y Sean Connery, nada más ni nada menos) y por esa percepción de la aventura como una utopía imposible cuya persecución sólo conlleva al fracaso, pero a un fracaso mucho más glorioso que el mejor de los triunfos.
Para ver mil veces y complementar con la lectura de la serie de Harry Flashman, cuyo espíritu se hermana a la perfección con el de esta obra maestra de John Huston.